He aprendido que definitivamente nosotros no podemos, ni debemos, juzgar algo o a alguien por su pasado.
Resulta que mi esposo y yo estuvimos buscando el carro que íbamos a comprar, el cual debería cumplir ciertas características importantes, entre ellas: que tuviera un motor eficiente y de alto rendimiento, con capacidad para siete personas adultas y sobre todo que su precio estuviera dentro de nuestro presupuesto. Después de visitar varias agencias y probar algunos vehículos, encontramos el que cumplía los requisitos.
Me llamó por teléfono una persona muy amada, familiar mío y me preguntó qué auto habíamos comprado, le comenté cual era la marca, e inmediatamente me dijo: Yo tengo un pésimo concepto de esa marca, pues hace diez y siete años compré uno, y se le quebró el cigüeñal el mismo día que salió de la agencia.
Investigando luego, nos enteramos que esa marca de carros en particular, ha mejorado notablemente su calidad, desde hace doce años; que hoy día es uno de los cinco carros de mayor venta en el mundo, que en pruebas de colisión obtuvo cinco estrellas; y otros detalles muy importantes.
De igual forma sucede con las personas, a veces hemos tenido una mala experiencia con alguien, pero con el transcurso del tiempo, esa persona pudo haber madurado, cambiado, haber sido transformada por el Señor.
Espero querido lector que entiendas que para ti también Hay Una Esperanza, tanto para cambiar, como para entender que los demás también pueden estar siendo transformados por el mismo Señor que te puede cambiar a ti.
Recuerda, no juzgues a nadie por su pasado, porque hoy es otro día.
