Mis queridos lectores, estoy muy contenta de poder comunicarme con ustedes por este medio, otra vez.
Quiero comentarles acerca de un incidente reciente; éramos veinticinco personas, viajando hacia Mérida, Yucatán, México para realizar un evento, donde asistirían personas de Belice, de Tabasco, de Argentina, de Atlanta y demás.
Estábamos en espera de nuestro vuelo que nos conduciría del Distrito Federal de México hacia la ciudad de Mérida. Finalmente nos llamaron para abordar el avión; nos ubicamos en nuestros respectivos asientos, pero transcurría el tiempo y el avión no daba señales de despegar. Finalmente, después de una media hora de espera, el capitán nos comunicó que los técnicos iban a revisar la puerta del avión, la cual presentaba un desperfecto que le impedía cerrar. Después de otra media hora nos indicaron que debíamos desembarcar y esperar la nueva instrucción.
Fue necesario esperar un largo rato para que nos informaran acerca de la decisión que habían tomado; tuvimos que trasladarnos al otro extremo del aeropuerto, para salir de otra sala y en otro avión, después de un tiempo.
Observaba a las personas que iban con nosotros, ninguna perdió la calma, todos estaban dando gracias a Dios, adorando Su nombre, o sencillamente esperando en paz.
Por el contrario, había otras personas, en particular una señora, la cual insultó al piloto, irrespetó a quien atendía en el mostrador, y no dejaba de hablar improperios en alta voz.
Mi querido amigo, pude darme cuenta que verdaderamente, tener a Cristo hace la diferencia. Si tú quieres experimentarlo, para ti Hay Una Esperanza, él está esperando que le des la oportunidad en tu vida.