Queridos lectores, es bueno saludarles una vez más, esta semana. En esta ocasión quiero comentarles sobre algo que acabo de vivir en la última misión que realizamos.
Estábamos regresando de París por tren, habíamos invitado a nuestras amigas anfitrionas de Londres, para acompañarnos en la travesía. Eran como las nueve y media de la noche, hacía mucho frío y coincidimos en que lo más práctico era regresar a casa usando los servicios de un taxi.
Los taxis en Londres son muy particulares, son autos color negro, preparados para ello; la cabina del chofer está dividida de la cabina de los pasajeros por un vidrio. La cabina de atrás tiene un asiento corrido para tres personas y enfrente tiene dos asientos individuales plegables.
Nuestra anfitriona inglesa, le dio la dirección al taxista; sin embargo, me parece que él no estaba muy familiarizado con el área y la forma de llegar. En un momento, el taxista dio una vuelta de regreso, y consultó el mapa, para proseguir.
Al llegar a casa, vimos que el taxímetro marcaba L 24.80 (Libras Esterlinas); pero cuando íbamos a pagar, el chofer del Taxi dijo: No, sólo voy a cobrarles L 22.00 porque yo di una vuelta de más, porque no conocía la ruta.
Me quedé impresionada con la rectitud e integridad de aquel hombre; entonces nuestras anfitrionas nos explicaron acerca de la honestidad, la cual es muy característica de los ingleses.
Me puse a meditar acerca de la importancia de los valores y principios que pueden llegar a influenciar toda una nación, convirtiéndose en cultura. Con mucha más razón, los valores establecidos en la Biblia, deberían impregnarse tanto en nosotros, que convirtamos en Cultura del Reino nuestros principios de Dios.
Quizás mi querido lector, en este momento estés meditando acerca de este pequeño gran detalle; es posible que te sientas movido o motivado para comenzar a ejercitar los principios de esa eterna e indestructible Cultura del Reino. Te felicito, porque definitivamente, para ti Hay Una Esperanza.
