Este es un buen tiempo para descubrir y reconocer las cosas hermosas que tiene nuestra patria. Honduras es una tierra bendita, un país donde las montañas ven nacer los riachuelos hasta perderlos de vista en los valles. Un territorio donde el sol se levanta para posarse sobre las salineras, los cultivos de melón, algodón, camarones y hortalizas.
Nuestra nación produce varones y mujeres laboriosos, que tejen sombreros y carteras, hacen hamacas para que repose el extranjero, y moldean la arcilla y el barro para engalanar las mansiones de los coleccionistas.
Nuestra tierra es bendita y fecunda, su ganado es saludable, sus aves son hermosas y los fuertes bueyes halan las carretas para labrar el campo fértil, que luego producirá el maíz y los frijoles que alimentan al niño hondureño.
Nuestros niños tienen un corazón sencillo para jugar rayuela, trompo y canicas; todavía saltan cuerda y juegan de esconder. Bendita niñez hondureña que un día tomará las riendas de una nación “Cinco Estrellas”.
Honduras, cuna de hombres visionarios y llenos del Espíritu Santo, bendigo tu suelo este día y declaro que tus cielos están abiertos para el cumplimiento de las promesas de bendición del Altísimo.
Y para ti mi amigo lector, hondureño bendito, Hay Una Esperanza, porque has nacido en la que era tierra relegada, pero que ahora se levanta para ser conocida como la tierra deseable y llena de riquezas naturales.