Hace un mes aproximadamente, fui a revisar las condiciones físicas en que se encontraba nuestra casa de huéspedes; con el propósito de limpiarla y completar algunos detalles, para hospedar a nuestros invitados, para el evento especial que tendremos próximamente a finales de este mes de noviembre.
Cuando comencé a ver todo lo que había que arreglar e invertir, me desanimé un poco y empecé a buscar otras opciones, un hotel o una casa particular.
Sin embargo, cuando pensaba en el asunto, algo dentro de mí me impulsaba a reparar e invertir en nuestra casa de huéspedes, por dura que pareciera la faena. Tomé la decisión y comenzamos… fue tremendo, lo primero que encontramos fue una invasión de comején de tierra y hubo que llamar a la compañía de exterminación. Cada cosa que tocábamos y reparábamos, hacía que surgiera una consecuencia o fuera evidente otro problema.
Ya casi estamos terminando y la casita está quedando preciosa, aunque ha sido una larga labor de mucho detalle.
Pensaba esta mañana, que eso mismo hizo Dios con nuestras vidas; nos encontró en una condición tal, que hubiera sido más fácil decir, no vale la pena, voy a buscar otra opción. Sin embargo, la misericordia de nuestro Dios es inmensa y Él fue movido para seguir invirtiendo en nosotros, primero la limpieza, luego la restauración y por último la decoración.
Querido lector, si tú eres de esos casos y dices “no vale la pena, estoy muy mal en todo aspecto”; quiero decirte que para ti Hay Una Esperanza. Precisamente por esos casos fue que Jesús padeció, para darte vida, para transformarte, para hacerte una persona útil, bendita y próspera.
