Conozco a una persona, a quien amo mucho; ella recientemente perdió a un familiar muy cercano y está en el proceso de adaptarse a su nueva vida.
Para facilitar este trance, su hija la llevó a vivir con ella un tiempo.
Cuando esta persona acababa de perder a este ser querido, ella estaba muy ansiosa de irse de inmediato con su hija, arregló algunos detalles de forma muy apresurada para partir cuanto antes.
Una vez que esta mujer estaba con su hija, aunque le atendían y trataban de hacerla sentir bien, ella añoraba a su otro hijo y quería estar con él.
De esta manera, su segundo hijo viajó para atenderla, sacarla a pasear y acompañarla también. Cuando ya estaban juntos, ella no disfrutaba de los paseos porque extrañaba a su hijo menor y su casa.
En resumidas cuentas, esta persona nunca pudo estar feliz en ningún lugar ni circunstancia, porque siempre le faltaba algo o alguien, de lo cual dependía su supuesta paz y alegría.
Hay vacíos en el corazón de las personas, que nadie puede llenar, hay un hueco prominente que sólo puede ser saciado por Aquel que lo formó para Sí mismo; este es el Señor nuestro Dios.
Querido lector, si tú te identificas con esta persona, pero a la vez comprendes que tu soledad y tu vacío sólo pueden ser llenados por el Señor, para ti Hay Una Esperanza, esa Esperanza es Cristo en tu corazón. Te invito este día a declarar tu necesidad de Dios y a decirle a Él con tus propias palabras que necesitas que Él se revele a tu vida y te llene por dentro.
