En estos días, mi esposo y yo nos encontramos fuera del país realizando una misión espiritual muy importante.
Resulta que el día de hoy fuimos a almorzar en el área de restaurantes de un centro comercial; yo pedí comida de uno de ellos donde vendían un tipo de enrollados de tortilla de harina con ensalada y pollo, mientras mi esposo pidó de otro, donde vendían comida del Mediterráneo. Cuando llegamos cada uno con nuestra bandeja de alimentos y nos sentamos para comer, nos percatamos que ambos habíamos pedido té frío.
Después de orar, comenzamos a comer, no platicamos mucho porque teníamos algo de hambre; sin embargo, a media comida se me ocurrió comentarle que mi té no sabía bien porque estaba extremadamente dulce, a lo que él respondió que el suyo no sabía a nada pues estaba totalmente simple. Nos reímos y decidimos hacer una mezcla con el contenido de ambos vasos, de tal forma que ambos quedamos saboreando un té frío con la cantidad adecuada de azúcar.
¿Sabes qué mi querido lector? Muchas veces la solución a nuestras situaciones o problemas, está al alcance de la mano, pero no la obtenemos por falta de comunicación, por no expresarnos.
Es posible que haya características en tu vida que complementarían muy bien las de tu esposa o compañeros de hogar, de la misma forma que quizás tú esté necesitando de aquello que tienen los que te rodean, pero no te has atrevido a hablar al respecto.
De la misma forma, estoy segura que lo que tú necesitas en tu vida para estar completo, en armonía y a tono, está al alcance de tu mano, Jesús es tu complemento, Él tiene todo lo que a tí te falta para ser feliz.
Si tú mi querido lector en este momento te has sentido identificado con este argumento y está diciendo para dentro de tí: Es verdad... entonces para tí Hay Una Esperanza ¿Por qué no te animas a expresarle tu necesidad a Jesús? Él tiene la dulzura que tú deseas y necesitas.