Octubre 4, 2016
Los habitantes de la costa norte de honduras nos hemos sentido muy orgullosos y contentos con la proyección y desarrollo que ésta área ha tomado y está tomando en el último tiempo. La ciudad de San Pedro Sula está creciendo en forma acelerada y en todo aspecto. Las bien delineadas autopistas y periféricos o circunvalaciones; las imponentes instalaciones de naves maquiladoras que dan empleo a miles de ciudadanos; las preciosas plazas de compras; los modernos restaurantes y cafeterías de comida rápida, en fin... ya no tenemos mucho que codiciarle a otros países de Centro América, a los que antes hemos visto con admiración y hasta un poco de envidia.
Lamentablemente juntamente con este avance hay otros cambios que se generan a la par; tales como el deterioro moral, el latrocinio, la violencia, incremento en accidentes automovilísticos, violaciones, aumento en el consumo de drogas, muertes trágicas, suicidios y demás
Es necesario pararnos un momento a pensar si vale la pena el precio que tenemos que pagar por la civilización y el desarrollo. Muchas personas amantes de la paz y la tranquilidad, pensarían y opinarían, que más nos valdría quedarnos en el subdesarrollo. Lamentablemente las infraestructuras creadas por el hombre, traen consigo la destrucción de la naturaleza, la flora y fauna. Se pierde de vista la belleza creada por Dios, para dar paso a la creatividad del hombre, a una invención no controlada ni sometida al plan de Dios; sino contaminada con la concupiscencia del alma.
Cuando Dios creó al hombre en el huerto del Edén, puso todo al alcance de su mano, aun la Vida Eterna, a través de alimentarse constantemente del "Arbol de la Vida" (Cristo); pero el hombre prefirió comer del árbol de "la ciencia del bien y del mal", para hacerse igual a Dios en conocimiento. Su fin fue de muerte. Es debido a esta misma semilla, que el hombre luego comienza a construir la torre de Babel, queriendo alcanzar el cielo. Tuvo Dios que confundir sus lenguas para que no lograran su propósito, debido a la intención del corazón de ellos, que era su estímulo y motivación.
En todo lo que emprendamos, a Dios le interesa que la motivación sea la correcta, la adecuada, la sana, nacida de un corazón limpio, de una conciencia pura, puesta por el Señor.
Si hemos meditado un poco en que necesitamos volver a la sencillez de Dios, volvámonos al Señor y pidámosle que HOY tome el control perfecto y absoluto de nuestro interior, nuestra motivación, nuestros sueños e ideales, nuestras metas e ilusiones; que nos muestre “EL CAMINO”. ¡Hay Una Esperanza!